Hace unos años, la agencia de transporte público de Montreal, la STM, anunció un plan ambicioso. Sus dos primeras generaciones de vagones de metro, instalados en 1966 y 1976, finalmente iban a ser dados de baja para ser reemplazados por trenes nuevos y modernos. La agencia de transporte hizo un llamamiento a artistas, diseñadores, arquitectos y estudiantes para que encontraran nuevas formas de reutilizar los trenes descartados. Se dieron a conocer una serie de proyectos fascinantes, que usaban los vagones antiguos como restaurantes, como elementos de jardines urbanos e incluso como parte de un complejo residencial planificado en el centro de la ciudad, con varios vagones implantados estratégicamente en una estructura más grande.
En el mejor de los casos, estos proyectos destacaron el fuerte vínculo emocional entre los icónicos vagones y sus usuarios, así como su belleza. Al igual que con el arte MetroCard de Thomas McKean, la forma y la función se reinventaron y se les dio un nuevo significado.
El proyecto de Montreal formaba parte de otras iniciativas de grandes ciudades que combinan arte reciclado e infraestructura de transporte.
En la ciudad de Nueva York, Trash to Art es una instalación en una estación de metro, compuesta íntegramente de materiales reciclados. Es una presentación inmersiva que lleva a los viajeros en un viaje visual, mostrando el ciclo de vida de los objetos cotidianos desde que son desechados hasta su transformación. Como todo arte de este tipo, le recuerda al espectador el impacto de nuestras decisiones medioambientales y la importancia del reciclaje.
En Londres, los artistas están promoviendo planes para un proyecto “Eco-Bus”. La idea es transformar autobuses que están fuera de servicio en instalaciones de arte móviles adornadas con esculturas y murales hechos con materiales recuperados. Estos autobuses ecológicos circularían por la ciudad recogiendo pasajeros, combinando el arte y el transporte como ningún otro proyecto.