En 2011, un colectivo autodenominado Garbage Beauty salió a las calles de Montreal y cambió la forma en que vemos la basura. Los artistas Vincent Box y Romain Boz crearon el grupo para cambiar la forma en que las personas miran los objetos desechados, para transformar la contaminación visual en sorpresa y placer.
Habían estudiado con Marco Chioini, entonces director de la Société des Calligraphes de Montréal. Haciendo uso de sus habilidades caligráficas, transformaron la basura de la ciudad, agregando mensajes bellamente presentados, llenos de humor y sensibilidad. El grupo creció para incluir a Olivier Rielland Nadeau y Étienne Savaria, y participó en la producción del primer festival MURAL.
Hoy Romain Boz continúa siguiendo su visión única, publicando en Instagram bajo el nombre @_lorem_ipsum_.
En un inodoro desechado vemos unas palabras dibujadas de forma artística: “falso trasero”. Sobre un colchón destrozado leemos: “je me reveille et réalise mon rêve” (“Me despierto y hago realidad mi sueño”). Un reloj sin manecillas dice: “ahora es el momento”.
La yuxtaposición es llamativa. Los objetos relegados a la basura se adornan con el trabajo disciplinado de artistas altamente calificados. En la era de la reproducción digital, la caligrafía es el trabajo de manos humanas individuales que requiere años de práctica dedicada.
Vincent Box dice que “los calígrafos son como senséis”.
Para él, el potencial de esta nueva forma de expresión puede captar la atención del público como ninguna otra: “Al vivir en una gran ciudad, al caminar por las calles, estamos rodeados de anuncios, carteles, letreros de tiendas. Estamos tan acostumbrados a verlos que no nos llaman la atención”, dice Box. “Pero cuando ves algo en la basura, captará la atención del 95 por ciento del público, porque es como la frontera final, el último lugar donde esperarías ver algo escrito”.